Las encuestas y la olla de sopa



Algunos buscan desestimar las encuestas porque se aplican a una pequeña muestra; sin embargo, la analogía de la olla de sopa sigue siendo válida: no se requiere empinarse la olla para determinar la sazón.



Enrique Quintana/


Dia de publicación: 2024-04-24


Los políticos que, de acuerdo con las encuestas, se ven rebasados por sus competidores en preferencias del electorado, desacreditan en sus expresiones públicas esos ejercicios demoscópicos.

Tenga la certeza de que si el caso fuera el opuesto, los mismos que hoy desestiman las encuestas, les darían toda la credibilidad.

Así funcionan las cosas en México… y en casi todo el mundo.

Permítame exponer un breve catálogo de algunos de los argumentos con los que se pretenden desestimar los resultados de la mayoría de los estudios demoscópicos y luego hacerle algunos comentarios generales.

1-Los ciudadanos tienen miedo y no dicen la verdad o simplemente no responden.

Desde los tiempos de Violeta Chamorro en 1990, cuando le ganó la presidencia de Nicaragua al Frente Sandinista, a pesar de que las encuestas decían lo contrario, se gestó la expresión del “voto escondido”. Es decir, los ciudadanos decían una cosa a los encuestadores (que votarían por el Frente Sandinista) y acabaron votando por la oposición.

Es posible que, en algunos lugares del país, en el México de hoy, eso pueda ocurrir. Sin embargo, no hay evidencias que nos hablen de este ‘voto escondido’ como un fenómeno generalizado.

2-Las tendencias del pasado son más reveladoras que las encuestas.

Algunos señalan que los resultados electorales del pasado son mejores predictores que las encuestas. Por ejemplo, señalan que, en los resultados de las votaciones para diputados federales en el 2021, PRI, PAN y PRD lograron una votación conjunta del 40 por ciento, por lo que ese deberá ser el piso de su resultado en el 2024.

O bien, se argumenta que Morena y sus aliados obtuvieron entonces el 43 por ciento en esa elección, por lo que la distancia entre las dos fuerzas políticas no podrá ser mucho mayor en la elección de junio.

El pasado es un referente útil, pero no hay ninguna evidencia que nos diga que lo que ocurrió hace tres años tenga que ocurrir de nuevo en la siguiente elección.

3-Las tasas de rechazo desacreditan los resultados de las encuestas.

Aun en los estudios más exitosos, cuando se aplican cuestionarios en domicilios, es “normal” tener tasas de rechazo que van de 40 a 60 por ciento. En las encuestas telefónicas, los porcentajes pueden ser mayores. Y en las llamadas encuestas “robot”, usualmente son del 95 por ciento.

No hay claridad respecto a los efectos de la “no respuesta” en la confiabilidad de los resultados, pues depende de si hay una inclinación efectiva a favor de determinada candidatura entre quienes no respondieron.

Se puede discutir ese impacto, pero desacreditar los resultados porque una parte de los entrevistados potenciales no respondió carece de sustento.

Habría que indagar qué procedimientos de sustitución se emplean, para calibrar un posible impacto en la precisión.

4-Las muestras son muy pequeñas.

Pese a que muchas veces se ha explicado que una muestra de poco más de mil entrevistas garantiza que el error probabilístico sea de más/menos 3 por ciento, en una encuesta nacional, sigue habiendo entre muchos la idea de que se requieren decenas de miles de entrevistas o incluso cientos de miles para que sea confiable.

La analogía de la olla de sopa sigue siendo válida: no se requiere empinarse la olla para determinar la sazón de la sopa. Con una cucharadita puede determinarse con bastante certeza cómo está la sopa.

5-Hay que hacer caso solo a las encuestas que se acercaron al resultado de la última elección.

Una visión que ha proliferado es que las encuestas que se acercaron al resultado de la elección en el Edomex hace un año son las que deben tomarse en cuenta. La historia muestra que la reputación de las encuestadoras no se construye con una elección sino con muchas. Lo demás podría haber sido incluso suerte.

Pero, cuidado, todo esto no significa que las encuestas sean infalibles.

El levantamiento de éstas tiene bases científicas, pero eso no significa que los resultados que ofrecen anticipen con exactitud los resultados de una elección.

Factores como el hecho de que el último levantamiento no esté cerca de la fecha de la elección, o que los votantes que acuden a las urnas fueron muy diferentes del conjunto de los que podían participar, pueden incidir en un resultado diferente al que las encuestas señalaban.

Pero, sin duda, el que va perdiendo, siempre va a desacreditar las encuestas.

Esa es regla universal.


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