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Hugo López Ochoa

No hay mal que por bien no venga, dice el refrán. Y en este caso, así resultó, para bien de México. Como bien dice el buen Jacobo, "la mayoría de los activistas fueron a refugiarse a México, se fueron a formar los comités laborales para formar después el partido laboral mexicano". Estos activistas, desde la ciudad de México, y desde los Comités Laborales, no quitaron el dedo del renglón, y siguieron la lucha para derrocar al pequeño Nerón que resultó ser el gobernador Biebrich. Fue como una guerra desde el exilio. Este es un ángulo que no se ha estudiado respecto al Movimiento Estudiantil del 73, y por supuesto, no es aquí el lugar para extenderse en ello, pero basta con dejar asentado que los "laborales" sonorenses desempeñaron un papel clave en el debilitamiento político del biebrichismo y del grupo bandera de ellos a nivel nacional: el moyismo, jefaturado por el entonces jefe de Biebrich, Mario Moya Palencia.Lo denunciaron sistemáticamente como agente del genocida Club de Roma, que propone despoblar al planeta. La gente mayor de 50 años hoy día se acordará de la campaña de Moya: "Vámonos Haciendo Menos". La puntilla fue cuando desenmascararon a Moya por haber sido el autor intelectual de la pedriza de los porros de la UNAM (MURO) al presidente Echeverría, en marzo de 1975. Moya había culpado a los Comités Laborales. Después de eso, la caída de Biebrich fue cuestión de tiempo, y como buen tirano, cometió el error que lo perdió: la masacre de San Ignacio Río Muerto. En este período, los laborales sonorenses reconquistaron el espacio de los camiones de pasajeros de la ciudad de México, como nicho organizativo que se había vuelto peligroso y prohibido desde los acontecimientos de 1968.

2013-03-12

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